No hay claridad
respecto a lo que pasará con la radiodifusión comunitaria
Los derechos de las
audiencias son clave y no se rescatan en la reforma, tal es el caso del derecho
al acceso a la diversidad cultural
La iniciativa de reforma constitucional
en materia de telecomunicaciones –que se aprobó en la Cámara de Diputados y
será enviada al Senado– “es un avance en los principios para el cambio
democrático en México, pero es insuficiente y contiene graves omisiones”,
consideró el doctor André Dorcé, profesor-investigador del Departamento de
Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
“Lo primero que
se advierte en esta reforma es que no hay claridad respecto a lo que pasará con
la radiodifusión comunitaria y de qué manera las distintas comunidades
culturales –en específico los grupos indígenas y otras formas de organización
social– se verán beneficiadas”, aseveró el especialista en nuevas tecnologías
de la comunicación.
El investigador
de la Unidad Cuajimalpa agregó que “es una limitación muy seria” que en la
nueva Ley Federal de Radio y Televisión aún no se sepa cómo se establecerá el
otorgamiento de permisos para el sector civil y comunitario. “¿Con qué criterios, fuera de los económicos, se van a otorgar, con
qué alcances y modalidades de financiamiento?”, cuestionó.
Otro de los
problemas, señaló, “es que la posición dominante de los actuales concesionarios
monopólicos en el ámbito de la radiodifusión, específicamente Televisa y
Televisión Azteca, no se desafía en función de una competencia económica
equilibrada, siendo que en el caso de las empresas dominantes en
telecomunicaciones sí se plantea. Existe inequidad en
ese sentido”.
El académico
expuso que otra limitación “muy seria” de la iniciativa de reforma en
telecomunicaciones es que “si bien la cultura es aludida en repetidas
ocasiones, ésta no constituye un eje central en la propuesta” y sólo es
referida de manera ambigua “y subordinada a la lógica de la competencia
económica. De ahí la falta de precisión respecto a los
contenidos intermediales, la calidad de los mismos y su relación con la
diversidad”.
“Uno de los
peores errores de esta ley es que las instancias de planeación pública en el
ámbito de la cultura no estén en lo más mínimo involucradas”, argumentó. El principio de incorporación de una política cultural transversal
en los distintos ámbitos de gobierno brilla por su ausencia, cuyo campo más
importante es precisamente el cultural. En ese sentido no es una propuesta realmente convergente.
“La reforma ha
sido pensada sólo en términos de derechos de la información, libertad de
expresión y cierta equidad en el mercado, pero ello no garantiza que la inmensa
diversidad sociocultural del país tenga acceso a las frecuencias, a los medios
y, sobre todo, a la producción independiente. Se dice
que la competencia debería promover mayor diversidad, pero eso no es garantía”.
Ese es uno de los principales derechos culturales que tenemos como audiencias,
afirmó.
André Dorcé
concluyó que en la iniciativa tampoco están presentes demandas sustanciales en
torno a los derechos de las audiencias. “Los derechos
de las audiencias son clave y no se rescatan en la reforma: el derecho que
tenemos a contar con medios de servicio público sensibles a las necesidades
emergentes de televidentes y radioescuchas no están incluidos, como el derecho
al acceso a la diversidad cultural, por ejemplo”.
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