La ausencia de medidas de políticas de pánico ha contribuido a darle estabilidad a los precios de los alimentos. Por su parte, el valor nacional de los cereales en la mayoría de las regiones refleja patrones estacionales esperados y el alza en los precios de los combustibles. Las expectativas indican que la abrupta subida en los precios internacionales registrados en julio no se traspasará de manera completa, uniforme o inmediata a los mercados nacionales.
Incluso cuando el mundo parece haber evitado una crisis mundial en este ámbito, se estaría consolidando una sensación cada vez más generalizada de que los precios altos y volátiles son la “nueva normalidad”. Este nuevo esquema exige priorizar sin ambigüedades la seguridad alimentaria en la agenda mundial de políticas, independientemente de las fluctuaciones en los precios de los alimentos.
En palabras simples, el mundo no puede acostumbrarse o ser complaciente ante esta situación. Siguen siendo necesarios más recursos, mejores datos y políticas sólidas para que 870 millones de personas dejen de padecer hambre.
Análisis completo en: Banco Mundial
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